Cuando me hablaron de
Algarinejo no podía imaginar que este pueblo del Poniente Granadino podría
albergar un patrimonio rural tan bonito, fui descubriendo un lugar desconocido
y mágico, comenzando por la Iglesia de Santa María la Mayor con su propia
leyenda, el Barrio Andalusí, Barrio Castellano, La fabrica, Los Corralones,
Fuente del Llanete, etc. y el centro de
interpretación de la Cueva donde se ubica la oficina de turismo. En este centro
está ubicado el museo de la cueva que es el más avanzado de la provincia y
aprovecho para recomendarlo pues no saldréis decepcionados y os sorprenderá
gratamente.
Las rutas rurales que
posee Algarinejo ofrecen atractivos diversos que permiten disfrutar de la
naturaleza desde distintas variantes, aunque a mí me llamo la atención un anejo
llamado Fuentes de Cesna y la leyenda de Fuentes Viejas…
En un tiempo no muy lejano
había una aldea que se había construido en el fardón de un tajo, sus habitantes
buscando el abrigo de la tierra habían horadado en sus entrañas las viviendas,
como se habían hecho durante miles de años buscando las excepcionales
condiciones climatológicas que ofrecía vivir en el interior de una cueva.
Alrededor de aquellas cuevas próspero un lugar llamado Fuentes de Cesna por los
manantiales de agua cristalina que recorrían su urbe.
Un sábado del mes de Febrero
lluvioso de 1942, apareció por el pueblo un mendigo con un perrito pequeño que
en medio de la tempestad de lluvia y frio buscaba refugio en la iglesia del
pueblo dedicada a San Jerónimo, pero esta estaba cerrada a cal y canto pues la
misa había finalizado hacia tiempo y el cura cerró la iglesia hasta el día
siguiente. Recorriendo los alrededores buscó refugio donde resguardarse del
temporal y solo pudo encontrar un recodo de una roca junto el manantial “El
Caño” donde pudo más mal que bien refugiarse con su perro y allí paso la noche
entre relámpagos, truenos y una lluvia incesante que le empapó toda sus ropas
calándole hasta los huesos.
A la mañana siguiente el
temporal continuaba haciendo estragos y nuestro mendigo acurrucado junto al
perro vio que se acercaba una muchacha con un cántaro en las caderas cubierta
con una mantilla y tapada hasta las orejas con una bufanda de lana. Ella no lo
vio y cuando estaba llenando el cántaro el perro ladró a sus espaldas dándole
un susto de muerte pero el mendigo la tranquilizó.
-
"No
te preocupes muchacha es muy gruñón pero no hace nada, solo ladra cuando tiene
miedo".
-
Eso lo
sabrá usted que lo conoce, a mi me ha asustado.
El mendigo se levantó con
dificultad y se dirigió hacia la muchacha que se retiró de miedo y mirando a un
lado y a otro, viéndose sola como la una y percibiendo él su temor con voz pausada
le dijo:
- Chiquilla no tengas miedo de mi no voy hacerte ningún
daño, solo te pido algo de comer, llevo más de dos días sin echarme nada al
estomago, solo agua para callar los ruidos de la tripa.
La muchacha asustada salió
corriendo tirando el cántaro al suelo que se quebró en mil pedazos. No había
pasado ni media hora apareció la muchacha con un hombre canoso y con azada al
hombro que se reguardaba del temporal con una manta agujerada por el centro a
modo de poncho y plantándose delante del mendigo le dijo:
-¿Es usted el que ha asustado a mi hija?
- "Perdone señor no ha sido mi intención, solo le he
pedido algo de comida pues estoy hambriento y helado de frio".
- Aquí no hay nada para los vagabundos y gente de mal
vivir, así que le aconsejo que se marche de la aldea lo antes posible.-
Amenazándolo con la azada, el mendigo bajó la cabeza y mirando los pedazos del
cántaro roto le dijo:
- "Antes de que termine el día… Fuentes de Cesna
acabará como el cántaro, deshecha en mil
pedazos.
Y sin mirar al labriego
cogió al perro y ajustándose el sombrero inicio la subida por el camino de la
iglesia de la aldea y al llegar a la puerta miró la mole de piedra y dijo:
-
"Lo
siento tu tampoco me abriste tus puertas".
Dándose media vuelta con
andar lento y penoso como si llevara un gran peso encima, cuesta arriba
arrastrando los pies en aquella arenosa tierra, estaba abandonando la aldea
cuando de pronto una niña de unos siete u ocho años lo llamó.
-Eh oiga…. Señor… perdone ¿puede usted venir?
El mendigo se dio media
vuelta al oír la vocecilla de la niña y con cara de interrogación le pregunto.-
"¿A dónde?"
-
A mi
casa señor, mi madre le ha visto en la puerta de la iglesia y me ha mandado
recado para que vaya en busca suya.
Una marcada sonrisa se
dibujo en una cara surcada por el frío de la miseria y cogiendo al perrito bajo
el brazo acompañó a la niña hasta las puertas de su casa. Allí una buena mujer
le estaba esperando con un buen tazón de leche caliente y un trozo de queso de
cabra y pan casero.
-
Le he
visto rezar en la puerta de la iglesia y con este tiempo infernal que está
haciendo me imaginado que no tenía usted donde refugiarse.
-
Le
agradezco muchísimo que me ayude señora, llevo varios días sin comer y esto me
repondrás fuerzas para seguir mi camino.
-
Si
quiere puede quedarse en la cueva que tenemos junto a la casa, sirve de cobijo
a los animales, en ella hay paja seca y se está confortable…por lo menos hasta
que cese la lluvia.
-
No
puedo quedarme señora, aunque le agradezco su caridad.
Una vez acabado el refrigerio
el mendigo volvió a darle las gracias a la mujer para iniciar su camino, pero
el perrillo prefirió quedarse junto a la niña y sin que se moviera, el mendigo
se volvió hacía ella y le dijo.
-Parece que quiere quedarse contigo ¿No?
- Es muy bonito y simpático, ¿podría quedármelo?
- Claro… siempre y cuando no le dejes que esta noche
salga de tu casa, ni él… ni nadie de tu familia, él tiene un alma pura y os
protegerá a todos.
Dicho esto el mendigo se
perdió entre espesa la lluvia que azotaba la Aldea. A las nueve y veinte de la
noche de ese domingo cuatro de Febrero de 1942, un derrumbamiento del tajo que
se agrietó y vomitó toneladas de rocas y lodo formando un alud de 600 metros de
alto por 500 de extensión dejo un manto de escombros de tres metros de alto, tragándose
casas, cuevas e iglesia, dejando una tragedia de 19 muertos 11 viviendas
sepultadas y otras tantas semiderruidas, menos una que quedó incólume al paso
de aquella embestida.
Ustedes se imaginan cual
fue ¿No?