Castillo de Piñar. |
El aire rugía con la fuerza de un
León en lo más alto del cerro con la silueta majestuosa del castillo. En una de
sus torres defensivas se recortaba una esbelta figura, con su túnica vibrante
al cielo y sus ojos puestos al infinito. ¡Cuántas batallas han visto sus
heridas, cuantas victorias su corazón! Ahora el espíritu de combate ha dado paso al desaliento y la frustración.
Las luchas internas dentro del reino de Granada están dando sus frutos. Su rey
Boabdil, prisionero de los Católicos; el zagal, tío de este, acosando todas las
fortalezas que son partidarias de su sobrino y en medio de toda esta locura , el pueblo… ese eterno
pueblo que sufre en silencio la ambiciones de los poderosos.
El frio está llegando con la
noche y allá abajo, a menos de cuatrocientas varas, el pueblo de Piñar con las
casas y sus moradores atizando el fuego, ajenos a la política del reino
” No seré yo el que sacrifique sus vidas en
una causa perdida. Cualquiera de mis hombres vale más que esos príncipes
ambiciosos de poder. Los guerreros están cansados, son muchos años de batallas
y conquistas de uno y otro bando, pero ahora son los propios granadinos los que
se devoran entre sí…Para qué luchar. ¿Por qué he de sacrificar a mis hombres”,—Reflexiona
en silencio Al-Mandari.
La gran fortaleza se yergue
altiva encima del cerro rocoso, son muchas las batallas que han sufrido sus
murallas y sus paredes se han reforzado a lo largo del tiempo en dos y hasta
en tres muros adosados unos a otros para darle
mayor consistencia. Cuantos valientes soldados para defenderla, cuantas
lagrimas derramadas, cuantos gritos de dolor han visto estas murallas que
durante siglos ha sufrido asedios y celebrado victorias. Ahora esta fortaleza
es anhelada por el enemigo. ¿Qué puede hacer un simple alcaide en el límite de
la última frontera? ¿Luchar, defender, resistir a cambio de muchas vidas para
mantener a una nobleza corrupta?
Unos de los guardias de la
fortaleza le lleva un cuenco con algo caliente, pero él lo rechaza, su estomago
esta revuelto y su ánimo por los suelos. El fuego arde cerca dando a su cara un
resplandor fantasmagórico. El soldado se retira con una reverencia y deja a su
señor en la meditación interrumpida, mientras el viento sigue aullando por las
almenas como alma en pena.
Otea el horizonte buscando una
señal, pero Ala se ha olvidado de aquel reducto fronterizo: Fernando el
Católico esta cercando cada vez más a los granadinos y por si esto fuera poco
el Zagal ha declarado la guerra a su sobrino.
” Mi señor Boabdil, que en una cabalgada sin
sentido ha caído prisionero de los Reyes Católicos y me temo que de esto no
saldrá nada bueno para mi pueblo”.
“No me gusta cómo se está desarrollando esta
guerra, las intrigas palaciegas son en este tiempo las que marcan el futuro de
una nación, el valor y el honor han caído en desuso y ya no rige el código del
guerrero, sino las palabras de los inmorales. Son los acuerdos de los poderosos
los que venden y compran las vidas del
pueblo que los mantiene”.
Desde el castillo de Piñar como
cada noche, Al-Mandari podía ver el
fuego de Torrecardela que controlaba la zona del rio Fardes y la Hoya de Guadix
a través de las atalayas de Pedro Martínez. Este espacio fronterizo de Barylat (Los
Montes), estuvo constantemente puesto a prueba ante los cada vez más frecuentes
ataques castellanos.
“Pero
esta noche será la última guardia del Castillo de Piñar en manos de
árabes, Ala así los ha querido y por la mañana partiré con algunos de mis
mejores y más fieles guerreros nazaríes rumbo al exilio en tierras africanas.
El abandono de esta fortaleza lo hago voluntario. No seré un títere más dentro
de este circo de codicia y cobardía. El destino del Castillo, la historia lo
escribirá, pero mi destino lo escribiré yo con pulso firme en otras tierras”.
Abúl Hassan Áli Al-Mandari Al-Garnati,
conocido como Sidi Ál- Mandari o simplemente Al-Mandari, fue poco después el
fundador de Tetuán en Marruecos, pero ésta amigo lector, será otra Leyenda.