Un
día el príncipe Rodrigo hijo del dueño y señor de la Alcazaba de Guadix miro
por las almenas y vio, como las primeras nieves del invierno comenzaban a dejar
caer su manto blanco sobre las cumbres de Sierra Nevada, el invierno había
llegado casi sin darse cuenta. Desde que descubrió la sala de las hadas el
tiempo se le pasaba volando. Se había hecho muy amigo de una en especial
llamada Accitania, esta hada siempre estaba jugando con él y a pesar de que su
padre le había suplicado no entrar en aquella sala, Rodrigo la visitaba a
escondidas todas las noches y jugaba con ella casi hasta el amanecer. Una noche
cuando todos dormían en la Alcazaba, le dijo a Accitania.
––Se acerca la navidad y quisiera
regalarle a mis padres algo especial, algo que nadie pueda tener en este mundo.
––Difícil me lo pones amigo mío,
pues complicado poder satisfacer a los reyes de la Alcazaba.––Le contestó
Accitania.
––Tu tienes muchos amigos en todas
partes podrías ayudarme a buscar ese regalo tan especial. ––Accitania lo miró
con ternura, moviendo levemente sus orejas puntiagudas.
––Ya lo tengo Rodrigo, ¿y si le
regalas un Bosque Encantado?, yo se donde hay uno muy cerca de aquí en el pueblo
de Lugros.
––No creo que la bruja Maruja nos
deje, no les gusta los humanos, dicen que siempre están incendiando todo lo que
tocan y además está custodiado por dos grandes lobos de la sierra.––Los dos
bajaron la cabeza pensando en otro regalo.
–– ¡Se dé uno que está cerca, en el
pueblo de la Calahorra!—dijo Accitania también ilusionada. — pero tiene un
fantasma llamado Mendoza con muy malas pulgas y no creo que a tu madre le guste.—
dijo un poco desencantada.
––Podríamos intentar coger una rama
del viejo Fresno del Punto en Polícar, dicen que de sus ramas se hacen las
mejores varitas mágicas de la comarca.
––Eso estaría muy bien…solo que me
da miedo que no sepan usarlas adecuadamente y tengamos un accidente en la
Alcazaba.
––Tienes razón mis padres son muy
torpes para la cosas mágicas.
––Podríamos preguntarle al duende
Leandro de las cuevas de Beas de Guadix, este tiene primos en la Tierra Media,
quizás ellos puedan ayudarnos.
––¡Accitania debe de ser un secreto,
no quiero que nadie se entere y estropee la sorpresa…Lo que hagamos lo haremos
solos, tú y yo!
Accitania
lo miró con sus ojos azul cielo y le dijo.
––¡Muy bien valiente a ver que se te
ocurre, porque a mi se me están agotando las ideas!––dijo Accitania un poco
enojada.
Fresno de Policar. |
––Podíamos hablar con el señor de las aguas del Balneario
de Alicún, allí en la gruta donde manan las aguas termales existe una mina de
gemas con propiedades extraordinarias.
–– ¿Y que hacen para que sean extraordinarias?––preguntó
Rodrigo.
–– Dicen quien coja una de sus gemas de color rojo fuego
nunca tendrá frío en su cuerpo, por eso salen tan caliente las aguas en la
superficie.
–– No me parece mal…pero te imaginas ¿no poder sentir el
fresco del amanecer, la nieve bajo tus pies o saborear los helados del verano?
––¡Quita, quita no he dicho nada!
––Quizás si nos quisiera dar una de sus joyas la Dama de
Baza, creo que eso sería un regalo perfecto.
––Con la Dama hemos topado, desde que la desenterraron, va
de diva por el mundo, no hay quien le aguante…que si soy una pieza única, que
si no me toquéis las pinturas, que necesito un equipo de arqueólogos para que
me ponga guapa…esta insoportable.
––¡Pues como sigamos desestimando ideas va a llegar el día
de navidad y no voy a tener nada con que regalar a mis padres!
––¡Creo que lo tengo!––Le dijo Accitania dándole un beso en
la frente, confía en mi.
Y
llego el día de Navidad y en la habitación solo se oía un pitido rítmico,
pi…pi…pi y alguna voz que hablaba bajito.
–– ¿Rodrigo estás ahí?––le pregunto
Accitania. –– ¿Preparado para darle el regalo a tus padres?
––¡Claro, he estado toda la semana
preparándome para este momento!
––¡Pues empieza a despertar poco a
poco!
Los
padres de Rodrigo estaban a cada lado de la cama en el hospital de Guadix, sus
caras reflejaban el cansancio de muchas semanas de vigilia, la tristeza habían
invadido sus almas y las noticias de los médicos no daban buen augurio al
desenlace del accidente que sufrió Rodrigo.
––¡Rodrigo despierta, este será el
mejor regalo que le des a tus padres!––le susurró Accitania al oído.
Poco
a poco las manos del niño empezaron a moverse y entre una neblina pudo ver a su
madre.
––¡Virgen Santa, ha movido las
manos!––grito la madre.
Poco
a poco Rodrigo abrió los ojos encontrándose a sus padres llorando como dos
niños al los que le acaban de hacer el regalo más preciado de sus vidas… la
vuelta a la vida de su hijo.