Pinos Puente. |
El caballo relinchaba a cada golpe
de la fusta del jinete, tenía que llegar lo antes posible y localizar al marino
y navegante Cristóbal Colón, este se dirigía a Córdoba y de allí no pararía hasta
llegar a Francia donde le esperaba su hermano Bartolomé. La propuesta que había
presentado a Fontainebleau, parecía agradar al noble y estaba dispuesto
presentar el proyecto al rey francés.
El
almirante sufrió durante los últimos seis o siete años numerosos fracasos a su proyecto marino de
descubrir nuevas rutas de comercio para
la corona española, pero la paciencia tiene un límite y sus argumentos eran lo
suficientemente fuertes para que los Reyes Católicos accedieran a la empresa
que les proponía.
El
mensajero de la reina era un capitán de la guardia personal, a él se le había
consignado la misión de encontrar al Almirante y traerlo de vuelta al
campamento de Santa Fe, pues la Reina deseaba volver a tratar la financiación
del proyecto. Luis de Santángel tesorero
de la Santa Hermandad había sido un gran
defensor de la causa del navegante y cuando se entero de la partida de
Colón, se presento ante la Reina para
protestar y convencerla de que si la empresa fuese realizada por otra nación
europea, Francia por ejemplo y el navegante lograra descubrir tan solo la mitad
de lo que prometía, Castilla sería la gran perdedora.
La
responsabilidad del capitán en lograr interceptar a Colón y convencerlo de que
volviese al Real pasaba por la rapidez del caballo y las palabras adecuadas
para que el navegante diera media vuelta.
La
junta de Cosmógrafos había sido cruel con el marino, presidida por fray
Hernando de Talavera confesor de la Reina y compuesta por pseudocientíficos,
religiosos ineptos y filósofos absurdos. Sus argumentos mediocres e ilógicos
hablaban de un viaje de tres años de duración donde nadie había sido capaz de
realizarlo y mucho menos, abastecer a la nao para tanto tiempo de navegación.
El
camino recorrido por el emisario real se hacía eterno para una causa que
cambiará el concepto del mundo. Nadie sabía a estas alturas como la entrevista
con el almirante podía afectar los designios de una nación, más nadie conocía
la importancia de este encuentro para el futuro de la humanidad.
Han
sido muchas las excusas esgrimidas por los reyes para alargar en el tiempo la
decisión real a la empresa de ultramar, muchos los viajes de Colón a la corte con
promesas de financiación y muchos los desengaños recibidos por parte de los
monarcas.
La Guerra de Granada ha sido la más utilizada
para posponer el viaje, el coste de vidas y sobre todo de hacienda a las arcas
reales eran la preocupación principal para financiar la empresa de Colón, pero
a esta situación económica le añadimos los argumentos de la junta de sabios que
le dieron la vuelta a sus propios argumentos, pues en caso de que consiguiera llegar
al otro extremo de la tierra, a las antípodas, no lograría regresar, pues no
existe ningún paso entre un hemisferio y el otro, es más las antípodas no
existían como había referido muchas veces Talavera citando a San Agustín, el
globo terráqueo estaba hecho en su mayor parte de agua. Concluyendo pues que a
estas alturas de la historia, cuatro mil años después de la creación, era muy improbable
que aún queden tierras misteriosas por descubrir.
Colón
no podía creer lo que los sabios planteaban para no ceder en sus planes de
comercio. Su enfado fue en aumento, al lado de los pragmáticos portugueses,
aquella tropa de charlatanes españoles le parecía insufrible. Él les había
presentado pruebas sólidas, había recurrido a las teorías de pensadores
reputados como Toscanelli y Pierre d´Ailly e incluso les había hablado de riquezas
de oro y especias, de naciones llenas de futuros cristianos y hasta había
invocado a San Nicolás de Bari patrón de los Marineros, al interés nacional, a
la codicia de Fernando y a la devoción de Isabel pero nada pudo con la
resolución. Ni tan siquiera el final de la guerra contra el Reino Nazarí.
A
los pocos días de la rendición de Granada al marino se le convocó en la corte y
allí le informaron que su propuesta había sido rechazada siendo una resolución
definitiva y concluyente. Confuso y resentido Colón preparó su equipaje y salió
del Real de Santa Fe camino a Francia.
El
Mensajero de la Reina pudo encontrarlo a unos veinte y cinco kilómetros de
Santa Fe junto al río Cubillas en el puente de los pinos (Pinos
Puente). Allí tuvo el capitán que dar explicaciones a uno de los hombres que
cambió el concepto del mundo y abrió nuevas rutas a la expansión colonialista
de lo que en el futuro seria el Imperio español.
––Mi señor tengo el encargo de la
reina de convencerlo para que vuelva al Real.
––Pues dile a tus reyes que me he
cansado de esperar, no tengo paciencia para aguantar a más clérigos santurrones,
sabios prepotentes y reyes beatos.
––Debe de entender que no ha sido fácil
la contienda, era mucho lo que los reyes se jugaban. Pero ahora…
–– ¡No pero ni nada, bastante he
aguantado durante años…no volveré a perder el tiempo!––dijo Colon malhumorado.
––Si es así permítame que le entregue
esta carta de la reina. ––sacando una carta lacrada con el sello real de sus
alforjas.
Cuando
Colón la tuvo en sus manos y la leyó, miro al capitán con la cara pálida.
–– ¿Seguirá vuestra merced su
camino?––pregunto el capitán.
–– ¿Usted no ha leído la carta?
Un
rotundo «No» salió de su boca ofendida y poniéndose muy cerca del Almirante le
dijo:
–– ¡Vio que venía lacrada, mal
mensajero sería si leyera las misivas de mis señores!...Diga pues que va hacer,
no tengo todo el día.
––Haré caso a los sabios consejos
de la reina Isabel… Volveremos al real. ––dijo masticando sus palabras.
Allí,
en medio de aquel puente, Colón dio media vuelta de mala gana, receloso y
dolido de volver al Real de Santa Fe. El
padre Santángel lo recibió con los brazos abiertos y con el encargo de la reina
para financiar la expedición con sus propias joyas. Por fin su espera estaba
dando frutos y su sueño de ultramar se realizaría.
Lo
que no llegó a conocer Colón era las órdenes que la reina había dado
personalmente al capitán, en caso que este rechazara volver al Real... Era
mucho lo que estaba en juego ¿no?
Placa de conmemoración del encuentro en Pinos Puente. |