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El Cura Santo de Ventas de Huelma.

martes, 16 de febrero de 2016

  
Barrio de las cuevas de Ventas de Huelma.

Hoy os traigo una leyenda de un pueblecito que siempre llevo en un lugar muy especial de mi corazón….pues es el pueblo donde nacieron mis padres, Ventas de Huelma. Su origen es claramente islámico. El término Quempe, Temple, está compuesto por la voz latina Campus, Campo, y el antropónimo de la tribu árabe Qays, tribu de los árabes "qaysics", es muy probable que se asentaran en el 741 D.c, en los tiempos de la Conquista de la península. En el siglo XIV el historiador árabe Al-Jatib menciona en sus crónicas once alquerías de la zona, entre las que se encontraba Al-Walima (alquería anfitriona). Su nombre sugiere que por la zona había alguna posada o lugar de descanso durante esta etapa histórica, a partir de la cual se construyó un núcleo de población más amplio. El núcleo de población en la actualidad es Ventas de Huelma y su anejo Ácula. Algunos autores defienden que llegó a ser centro geográfico del distrito de El Temple y desde luego se hallaba en la ruta de los grandes cortijos entre Granada y Alhama. En el siglo XVII Henríquez de la Jorquera escribe sobre la zona y cita grandes cortijos como Güemal, anexos a la villa que sería la actual Ventas de Huelma.
Iglesia de San Isidro.
Situado en la comarca del Temple este pueblo ha sido el lugar preferido de mi infancia y parte de mi adolescencia,  en él pasaba casi todas las fiestas y vacaciones que disponía. Es un pueblo pequeño con un encanto especial, no por sus grandes monumentos históricos,  ni por sus grandes  espacios naturales, pero si por sus gentes. Allí siempre tendré amigos de los que fueron compañeros de aventuras y  acontecimientos  de los que siempre llevaré con cariño en la memoria.
Eran días de aventuras, recorriendo mil y un rincón del pueblo, lugares  a los que siempre nuestra imaginación le daba el punto fantástico de lo desconocido. Uno de esos lugares y preferido por los chavales para jugar era el barrio de las cuevas,  un lugar que por desgracia ha ido desapareciendo con el paso del  tiempo, quedando solo algunas en muy mal estado y con bastante peligro, para testimonio de su pasado. Un lugar donde en otra época no tan lejana  estaba habitado por personas y personajes, que han ido  ingresando en la memoria colectiva de Ventas de Huelma.
Cueva del Santo.
Un día de verano siendo yo un chiquillo  paseando con mi ya desaparecido padre,  por la vereda que unía el  pueblo  con  la ermita situada  en el barrio de las cuevas, me contó una historia que siempre me ha fascinado y que se me grabó en uno de esos rincones de la imaginación y que hoy os la traigo como leyenda……  pero empecemos por el principio. 
De todos es conocido y más en Granada  la historia de  El venerable Francisco Velasco  llamado  El cura Santo de San Matías.  Este sacerdote tenía  gran reconocimiento  entre los feligreses de su iglesia pues en vida  hizo varios milagros en la capital siendo venerado posteriormente. Francisco Velasco el monje ermitaño que eligió  el pueblo de Ventas de Huelma para construir una Ermita y retirarse de la mundana vida de la ciudad.
Corría el año 1622 cuando el consagrado a la vida mística,  Francisco, salía de su parroquia. Era  lunes muy de madrugada y regresaba los sábados haciendo entre cinco y seis horas de camino,  llegaba, sin descansar, se arrancaba a trabajar con el pico para abrir el boquete y así estuvo hasta que hizo una cueva que constaba de tres habitaciones, una mayor en el centro, destinada a la capilla y dos más pequeñas laterales. La primera la destinaba a dormitorio y  otra para la cocina, comedor  y cuarto de estudio. A la capilla le puso puerta y abrió un ojo de buey por encima del umbral que guarneció con hierros, para que penetrase la luz. Al cuarto de cocina le abrió otro agujero para la salida de humos y  en el caso de necesitar lumbre en el invierno este cuarto y el dormitorio que no tenían puertas se protegían con cortinas de esparto.
Terminada la cueva una mañana de Septiembre,  Velasco se encaminó al palacio Arzobispal para habar con el Prelado. Sin muchos preámbulos informó al Arzobispo el propósito de renunciar a su curato y retirarse a practicar vida eremítica. Tras dos horas de conferencia consiguió  que fuese admitida su renuncia y  le autorizase a  celebrar misa  en la cueva  petición que  fue autorizada.
La vida de Velasco en la cueva transcurría con  normalidad dentro de su mundo de retiro, la misa podía durar entre tres y cuatro horas y algunas veces llego a siete. Más de una vez algunos  vecinos, que acudían a oírla, le vieron en éxtasis, levantado del suelo e insensible a todo lo extraño. El ermitaño  era un hombre singular, no hubo pastor  ni  gañán de aquellos alrededores, que  no arreglarse su conciencia con Francisco, con el Cura Santo, como ya le decían.
Lo cierto es que Velasco en su buen hacer consiguió que el diablo montara algunas zapatiestas cuando moraba en su cueva, unas noches rugían leones en la puerta de la cueva otras aullaban lobos, otras le rompían el cántaro que tenía  para el agua, otras le zarandeaba su cama de tablas y su almohada de chaparro, otras…

Un día de riguroso enero Velasco decidió ir a Granada para un asunto de suma  importancia, así que tomo el camino bien temprano y cuando se encontraba ya en la cuesta de la Malahá le salió al encuentro un mendigo  de aspecto agradable, con las ropas destrozadas.  “Por el amor de Dios, por el amor a la Santísima Virgen, deme vuestra merced algo con que cubra y abrigue mi dolorido cuerpo”  y  Velasco sin pensárselo dos veces cogió su flamante capa de paño pardo  (la había comprado para retirarse a la cueva)  se la entregó  desapareciendo muy agradecido de forma  misteriosa.
A los pocos meses de esos hechos cuando falleció Velasco esta capa fue encontrada en la cueva de penitencia sobre el camastro donde se retiraba a descansar nuestro místico. Al mismo tiempo, despertó la  curiosidad de las gentes del pueblo el hecho  curioso de  la vereda  que conducía del pueblo a la ermita, paso obligado para ir a oír los sermones del hombre de Dios. Ya que por mucho que se araba, pues al morir éste la ermita se cerró y ya no era camino de tránsito, siempre se volvía a señalar indicando el camino del pueblo a la ermita, creando gran desconcierto entre los vecinos. Hubo quien de forma intencionada aró la vereda con gran ahínco profundizando con los arados más en la tierra, pero de nada sirvió puesto que  a la mañana siguiente  volvió a encontrarla totalmente intacta, convenciéndose así del poder milagroso del Cura Santo. Con el tiempo la colina de la ermita se fue poblando de cuevas con  buena gente que quería estar cerca del milagroso fraile.
Esta leyenda se la dedico a mis paisanos de Ventas de Huelma donde tengo gratos recuerdos y grandes amigos de la infancia.