photo arriba22_zpslnaqvelk.jpg

La Virgen de la Cabeza de Motril.

jueves, 6 de octubre de 2016


Muchos de nuestros pueblos han hecho que sus leyendas sean la propia identidad de sus tradiciones, engalanándolas con el correr de los tiempos, vistiéndola de fe y religiosidad. Una de esas leyendas que se ha  transmitido de generación en generación  quedando  plasmada en el sentir del pueblo de Motril es la de la Virgen de la Cabeza.
Cuenta la leyenda que…La tormenta arreció con el anochecer, el viento abatían las olas con fuerza contra el casco de la nao,  con peligro de anegar la  bodega. El capitán intentaba maniobrar el barco con la intención de poner la proa de cara a las olas e intentar capear un temporal embravecido que amenazaba con hundirlos.   
Hacía ya más de un mes que partieron  de Corintio en tierras griegas con buena carga para intercambiar por otras en los distintos puertos de su travesía, haciendo honor a sus orígenes marineros.
Fue el puerto de Palma de Mallorca el último del que partieron un hermoso cinco de junio de 1510, llevados por un viento de levante suave, aparejado con mar tranquilo como una balsa, pronto alcanzarían las costas de Valencia. Desde allí una navegación de cabotaje cerca de la costa para seguir mercadeando les llevaría a su último destino, su querida Lisboa.
Pero el mar es caprichoso y a veces sus intenciones no van en la misma dirección que la de los simples mortales. En el anochecer del tercer día de navegación desde que salieron de Palma de Mallorca una terrible tormenta les atrapó en plena travesía. Llevaban luchando contra los elementos más de cinco días, los marineros estaban agotados y sus esperanzas de salir con vida de esta infernal tormenta eran un espejismo.
El barco daba bandazos de un lado a otro, toda la carga se movía en la bodega  a pesar de los cordeles que la sujetaban, el capitán dio la orden de que varios marineros bajasen a asegurar la carga. Adrián y Benedito descendieron  sujetándose a lo que podían, en la  bodega del barco los fardos se aguantaba más mal que bien, sujetos a los cordeles que los mantenía unidos y repartidos en ambos lados del barco para no escorar.  Uno de los bultos que estaba envuelto en una manta se había soltado y milagrosamente había ido a parar a unas de las cuadernas del barco, que lo sujetaba a duras penas.
Los dos marineros se apresuraron a recogerlo y ponerlo en su sitio atado y bien atado junto al resto de la  carga. En esa maniobra estaban cuando el trapo que lo envolvía se cayó al suelo  dejando ver su contenido, una preciosa virgen con un niño Jesús en sus brazos. Los dos marineros se miraron y como buenos católicos se santiguaron y besaron los pies de la virgen.
Los dos se miraron y pensaron lo mismo y en volandas la llevaron a cubierta en presencia del capitán Amancio,  quedando admirado y anonadado ante la imagen de la Virgen. Sería por la necesidad de los humanos de agarrarse a lo divino cuando la vida peligra o por la devoción y compasión que la imagen inspiraba, el capitán cayó de rodillas y el resto de marineros de la nao empezaron a rezar  para que los librara a todos de perecer en el mar tenebroso.
Al amanecer del nuevo día el barco encalló en una playa cerca de Motril sin tener que lamentar ninguna perdida humana, por lo que los marineros  lo primero que hicieron al  pisar tierra fue desembarcar la figura de la Virgen y depositarla en la arena con mucho primor dándole gracias por haberles salvado la vida. Curioso fue descubrir a los pocos días un prado de azucenas nacía junto a la Virgen y que envolvían con su maravilloso olor la brisa marina de aquella playa. 
Playa de las Azucenas.
La nave quedó muy dañada después del temporal  así que el capitán Amancio con unos cuantos marineros se acercaron al pueblo de Motril para pedir ayuda y provisiones. La gente de Motril siempre hospitalaria sobre todo con los necesitados cargó varios carros de  mulas con objetos de primera necesidad y elementos para reflotar la nao.
Tardaron poco los marineros  junto con las gentes de Motril en reparar la nave dejando en una semana el barco preparado para volver a surcar las aguas del Mediterráneo.  Se despidieron de las autoridades, amigos de Motril y se dispusieron a subir a la Virgen a bordo. Una vez colocada en cubierta, el mar empezó agitarse y lo que antes era un mar tranquilo en cuestión de minutos sea había vuelto tempestuoso con olas cada vez más grandes, por lo que el capitán suspendió la partida hasta que amainara el nuevo temporal.
Volvieron  a preparar la partida en cuanto vieron visos de calma y repitieron lo que seis días antes tenían previsto, pero en cuanto subieron a la figura de la Virgen a bordo el viento sopló con fuerza y los borreguillos en el horizonte auguraba mala mar. Así ocurrió hasta seis veces,  cada vez que  la tripulación de aquel barco portugués quería  hacerse a la mar, este se enfurecía no sabiendo la causa de su encrespadas aguas.

Adrián, uno de los marineros que descubrió la figura de la Virgen en la bodega del barco  le dijo al capitán.
––Mi capitán creo que la Virgen nos manda señales de  querer  quedarse en esta tierra, pues no es más que embarcarla en la nao y el mar se alborota  de tal manera que nos impide seguir nuestro viaje.
El capitán pensó que la idea de Adrián no era tan descabellada y así dio la orden de bajar la Virgen a tierra y hacerle una ermita sufragada por todos los marineros  en el Cerro de la Cabeza donde estuvo el antiguo palacio de la madre de Boadil.
La cuestión es que el barco zarpo con toda su tripulación en un mar de calma y viento favorable hacia su destino; eso sí algo más ligero pues la figura de la Virgen con el niño Jesús en brazos se quedó en Motril, en el Santuario de la virgen de la Cabeza,  donde desde entonces  los motrileños la veneran con verdadera devoción, nombrándola su patrona.