Beznar |
Algunas veces las leyendas dan paso a las
tradiciones y en esta que hoy os traigo se ha
convertido en una de las más
populares y tradicionales de la
provincia de Granada. Pasada de padres a hijos es todo un ritual donde cada
elemento tiene un significado especial dentro de la propia familia. Hoy en día jóvenes y no tan jóvenes inmortalizan un episodio
de su pasado, garantes de una tradición que año tras año viste a Beznar de
colorido y ruido. Así pudo comenzar está ritual leyenda de los Mosqueteros de
Beznar.
Cuenta la leyenda que… Corría el año 1568 cuando el
ataque fue rápido, efectivo y mortífero, el Ibrahim Agad con los monfíes de
Nigüelas, moriscos refugiados en las estribaciones de la Sierra Nevada
dedicados al bandolerismo y practicantes de su fe coránica, estaban entrenados
para actuar y desaparecer con rapidez, esta vez llevándose un preciado botín…el
Santísimo de Beznar y una muchacha hija de uno de los asaltados asesinados.
El refugio de estos sublevados estaba en plena
montaña, de ahí que fuera muy difícil encontrarlos pero la gente del pueblo
estaba dispuesta a recuperar su tesoro más valioso «El Santísimo». Para ello se
habían organizado en una partida de voluntarios llamados «La Hermandad» de carácter
semi-militar dirigida por el alférez de los invencibles
Tercios de Flandes, don Martín Alonso de Frías que sin dudarlo se dirigieron al
Capitán General de Granada, el Marqués de Mondéjar D. Luis Hurtado de Mendoza
quien les concedió 25 mosquetes y arcabuces, armas blancas y munición.
La primera operación que propone la hermandad es
localizar el campamento de los monfíes cuestión difícil por su ubicación en una
sierra extensa, llena de cuevas y desfiladeros que sin la información oportuna,
sería como buscar una aguja en un pajar.
La demora de la expedición de salvamento
podía dar al traste con el recate del Sacramento y los cristianos presos.
La propuesta vino de uno de los voluntarios de la
hermandad. ––Si no tenemos la ubicación del campamento de los bandidos…solo nos
queda una solución…uno de nosotros se hará apresar por los monfíes de la sierra,
descubrir su guarida para después escapar. Con esa información la hermandad atacará
por sorpresa, liberando a los cautivos y recuperando El Santísimo.
Todos quedaron en silencio pues la solución aunque
sencilla era alta peligrosa y nadie quería ir de héroe en esta misión, así que
decidieron echarlo a suertes tocándole a uno de los corredores voluntarios, Víctor Hernández un joven fuerte y vigoroso que
reaccionó con valentía sin amedrentarse del peligro que corría aceptando el plan de la hermandad.
Tardó poco en ponerse en marcha camino a Lanjarón. A
las pocas leguas de atravesar por el puente del Tablate salieron al paso cuatro
monfíes de la partida de Ibrahim. Esto no tardaron en apresarlo con extrema
violencia ya que Víctor hizo ademán de resistirse, con lo que se llevó unos
cuantos bastonazos y la amenaza de cortarle el cuello si seguía oponiendo
resistencia.
El primer paso ya estaba dado, Víctor estaba preso por los monfíes. Pero la operación
iba a dar al traste, pues oyó a los asaltadores de caminos la intención de venderlo
de inmediato como esclavo al rey de la Alpujarra Aben Humella. Este pagaría
bien a sus captores, pero otro de los rufianes señalo que si se enteraba Ibrahim
Agad, el cabecilla de todos ellos, los colgaría del puente de Tablate al día
siguiente por traición. Lo mejor era
juntarlo con los otros esclavos que tenían en el campamento y venderlos a todos
en la partida de esclavos que estaban preparando para Berbería a cambio de arcabuces y
munición que era lo que más necesitaba para continuar la sublevación contra los
cristianos. Así pues, la segunda parte del plan empezaba a materializarse
cuando se pusieron en marcha hacia el campamento ubicado en la parte izquierda
del barranco de Tablate entre dos pequeñas lagunas. Allí Víctor fue conducido al fondo de una
cueva donde se encontraban el resto de cautivos.
La doncella secuestrada se encontraba en otra
oquedad preparando unas gachas de cebada que era el único sustento que tomaban
los prisioneros una vez al día y que se repartía por la tarde en trozos de
cuenco roto o en las propias manos. A los monfíes tenían que mantenerlos con
vida hasta que fueran vendidos como esclavos en el mercado del norte de África.
Esa misma tarde a la hora de repartir las gachas, María
de la Trinidad… así era como se llamaba la doncella pudo contactar con Víctor y
este le informó de sus intenciones de
escapar del lugar e informar a la hermandad, María por su parte le dijo donde
guardaban el Sacramento.
La noche llegó y con ella la fuga de Víctor por un
descuido del carcelero. María le hizo pasar un cuchillo entre las gachas y
cuando todos dormían le rebanó el cuello al centinela sin despertar a nadie, la
fuga por los despeñaderos estuvo a punto de concluir en un desfiladero si no
hubiese sido por el conocimiento del terreno y la destreza del mozo que en poco
tiempo se plantó en Beznar informando a la hermandad de todo lo que había visto
en el campamento de los monfíes y como
llegar hasta él, cumpliéndose la tercera
parte del plan.
La hermandad alertó a todos sus miembros, poniéndose
en marcha hacia la cueva de los rebeldes. Hacia allí partió don Martín Alonso
con treinta mosqueteros y once corredores atacando por sorpresa en la oscuridad
de la noche, cuarta y última parte del plan de rescate.
Después de una dura lucha donde los monfíes salieron
derrotados, se liberaron a nueve de los
veintitrés prisioneros cristianos entre lo que se encontraba María de la
Trinidad, que aunque herida, logró llegar hasta el lugar donde se encontraba el
Sacramento mostrándolo a los mosqueteros gritando. ––¡Aquí está nuestro Dios!
¡Aquí está el Señor! ––Cayendo estos de rodillas y dando gracias por la victoria.
El Santísimo fue conducido hasta Beznar por la doncella, quien lo entregó al
Párroco mientras los mosqueteros realizaban las primeras descargas de pólvora
en honor al Santísimo.
Dedicada
a mi amigo Víctor Chaves Cabo de los Mosqueteros de Beznar y a todo un pueblo
que ha sabido mantener viva la llama de sus ancestros, siendo fieles custodios
de sus tradiciones.